lunes, 10 de octubre de 2011

Cobrador del frac

Cobrador del frac
No prestes si no sabes dar y si no sabes olvidar, no des. Este debe ser el lema de los tiempos que corren, sobre todo en lo que se refiere a la última parte: no des. Bien visto, el problema de nuestra economía es que nadie da. El mal que nos corroe es que nadie paga. Nuestros trabajos y nuestras obras pierden todo el valor interior hasta para nosotros mismos. Vemos nuestros productos como objetos mortecinos, lacios, como cosas churretosas por las que nadie daría -nadie da- ni una gorda.
Esto, aparte de sumirnos en la pobreza pura, nos deprime moralmente.
Antaño los comerciantes se lamentaban de que las instituciones eran morosas y perezosas, maquinarias que, para soltar una puta perra, habían de reunirse en interminables sesiones retóricas para discutir con argumentos cabalísticos la cuentas de la vieja.
Tengo una amiga librera que ha pasado una parte sustancial de su vida en las ventanillas de la Diputación, del Ayuntamiento y de la Biblioteca Provincial tratando arrancar a las manos institucionales una miseria adeudada desde la batalla de Calatañazor.
Lo malo es que ahora todos estamos como ella y nuestras quejas ahuyentan a las amistades que, sobre no cobrar ellas tampoco, tienen que escuchar lo archisabido, es decir que además de la desdicha propia, tienes que soportar a la hora sagrada del bar a un pelmazo.
Ayer, sin ir más lejos, hice un recorrido por Madrid tratando recomprar una bagatela para regalo y tuve unas charlas breves con tres vendedores de cuadros y dos de adornos y objetos varios. Todas las conversaciones versaron sobre la monográfica nadiemepagayvoyatenerquecerrarinmeditamente.
Una de las dependientas resulto ser la esposa de un arquitecto que no cobra. Con un pintor de acuarelas a punto estuve de cerrar trato, pero no llegamos a nada porque apareció un acreedor y se incautó de la obra ante mis narices. En una tienda elegante de esas en las que se habla en voz baja, los clientes escuchábamos avergonzados un dialogo interior y sofocado entre el tendero y su casero que amenazaba acaloradamente con el desahucio. ¿Qué hacer?: pues paciencia y resignación; a Job casi se lo comen los piojos y, ahora, mira lo bien que se habla de él.
Somos una sociedad de acreedores que a su vez son deudores. Dentro de poco, por la calle solo transitaran los cobradores del frac que, probablemente, será la única
profesión a la que podremos aspirar. Y suerte tendremos si Cornejo no va detrás exigiéndonos el alquiler del vestuario.

Y ahora queridos y escasos lectores, les cuento: este artículo que acaban de leer fue publicado del día 4 de Marzo de 1994. Lo publiqué en Diario16. ¿Que les parece?

No hay comentarios:

Publicar un comentario